viernes, 1 de septiembre de 2017

01.09.2017
El Maratón de la Ciudad de México

"Ser o no ser, esa es la cuestión"


He leído incontables comentarios surgidos a raíz de los "corredores de chocolate" (así bautizados por mi estimado Ruben Romero) que no hacen la ruta completa de los 42 kilómetros pero sí reciben su medalla.
He visto por lo menos dos páginas en Facebook (CazaTramposos Maratón Cdmx 2017 y Ya se cansaron? - Running Team) que se han dedicado a denunciar y exponer públicamente a quienes presumieron medalla de finalista habiendo cortado ruta (e incluso viajado en el metro para reincorporarse a la carrera más adelante, al más puro estilo Roberto Madrazo).
Quienes están en contra de este tipo de corredores argumentan que hacen trampa, que estorban a los que se han preparado, que no es válido recibir una medalla de maratón sin correr la distancia completa, etc.
Los que hablan a favor expresan que habiendo pagado su inscripción están en su derecho de correr lo que consideren, qué hay casos en que por cuestiones de salud no pueden correr la distancia completa, que solo lo usan de fondo para entrenarse para otro maratón, etc.
El debate será interminable y jamás habrá acuerdo al respecto. Inclusive para quien no es corredor la discusión resulta absolutamente fútil e intrascendente: ¿Qué importancia puede tener una medalla como para que se calienten tanto los ánimos y se discuta con tanta vehemencia?
Desde mi perspectiva resulta importante el tema porque la visión y enfoque que se tiene en ésto es un reflejo de nuestra forma de ser como mexicanos. Por un lado el "valemadrismo", la falta de respeto por los demás, el "hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre", "el que no tranza no avanza" que se manifiestan en este micro mundo corredor de la sociedad y por el otro, la ausencia de una autoridad que haga sentir su presencia y ponga orden.
Es en este último aspecto sobre lo que pretendo centrar mi atención. Sobre lo primero se ha debatido y discutido "ad nauseam"; sobre lo segundo poco o nada se ha dicho. Donde hay vacío de autoridad hay caos y desorden. En este caso el comité organizador del maratón es responsable tanto por sus acciones como sus omisiones.
En su afán por ser reconocido por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF por sus siglas en inglés) como la competencia de mayor crecimiento y estar en el ranking de los 10 maratones más grandes del mundo, las autoridades deportivas del Gobierno de la Ciudad de México aumentaron en muy poco tiempo el número de participantes en este evento, pasando de 6 mil corredores en 2012 a 40 mil en 2017 (y proyectando 42 mil 195 el próximo año). Adicionalmente y con objeto de mantener el interés y la participación, llevaron a cabo una estrategia de mercadotecnia consistente en que las medallas de los seis años correspondientes a la gestión actual (2013-2018) serían letras que juntas formarían la palabra MEXICO.
Si se analizan los resultados de la edición de este año, podemos ver que de los 40,000 inscritos sólo participaron realmente 27,870 (apenas dos terceras partes) y no todos son realmente corredores de la distancia completa del maratón puesto que muchos de ellos cortaron ruta y no lo corrieron completo. Parece entonces que para las autoridades ésto no es importante. Lo que es importante es poder presumir la inscripción masiva para lograr el reconocimiento sin importar la calidad del evento.
Si en verdad se quiere ser un buen maratón y que los participantes sean verdaderos corredores de la distancia completa, el comité organizador debe, entre otras cosas, empezar por poner los pies en la tierra y convocar a un cupo que sea realista y no prostituir masivamente el evento atlético más importante del país desde su origen.
El dilema del maratón de la Ciudad de México es similar al planteado por Hamlet: "ser o no ser, esa es la cuestión". De no querer ser, sólo terminará siendo "el maratón de chocolate".